martes, 2 de marzo de 2010

Viva la revolución... supongo


Eso parecían pregonar todos los cuadros de la amplia y céntrica casona. Rostros de Pancho Villa, Emiliano Zapata y Carranza. Hombres recios y valientes según nuestra sacrosanta e incorrumpible historia nacional pregonada por el gobierno. El detalle interesante es que dichas pinturas no se encontraban en un museo, sino en un bar. Un lugar más en este recorrido nocturno iniciado hace algunas semanas.

La acompañante de esa noche es de las personas más divertidas que conozco, así que la locación definitivamente era lo de menos. Después de ser revisado hasta el cansancio en la entrada, para evitar que entrara con pistolas, cuchillos, navajas y/o artefactos explosivos, y después a la manoseada traseril (Con lo que quedó más que claro en que lugar estábamos metiéndonos) iniciamos el recorrido.

Hoy no me detendré mucho en describir el lugar, sino que me dedicaré a los personajes. Nos sentamos en la primer mesa que vimos, el mesero muy amablemente toma nuestra orden y nos lleva nuestras bebidas. Al pagar los etílicos menjurges el bigotón y servicial camarero me dice: Te acepto la propina, esa forma tan sutil de pedir dinero solo se merecía de mi parte una respuesta tan amable y convincente como: Ah orale, es bueno saber.

Olvidándonos de esta situación inicial nos dirigimos a otra habitación. Donde un remedo de Ana Gabriel agaradece los aplausos del público, por más pinches y madreados que hayan estado, según ella mencionó. Esa burda imitación de esa burda persona despertaba los sentimientos más nobles de la multitud que comenzaba a hacer ojitos de perritos a medio morir para acompañar su sentimental canto. Los menos se fundían en un abrazo y un beso.

Demasiado cursi. Vamos a donde está la acción. Esa área donde la música era estridente y los cuerpos se contoneaban a su ritmo. Un tipo que se ve que se la vive en el gimnasio le brinda flores a su amoroso galán. Dos muchachitas bailan muy pegaditas para fundirse en una besuqueadera implacable. Un tipo en pantalón más que apretado y sin camisa comienza a bailar junto a mi amiga, dedicándole sus mejores y más sensuales pasos, aunque ella insiste en que tal muestra de habilidad dancística iba dirigida a mí. Haiga sido como haiga sido, lo importante es que no hubo repegones, afortunadamente.

Seguíamos nosotros en nuestra charla, viendo a un tipo de chamarra blanca que no nos quitaba la mirada de encima; cuando llegó Jesús. No se escandalicen buenas conciencias, era un muchacho que suponemos se llamaba así, pues traía un jersey de futbol americano donde podía leerse ese nombre. El buen Chuy además usaba pantalones anchos, sus tennis blancos, cadena en la bolsa, cráneo totalmente rapado y un bigote bastante poblado. Digamos que su look podía definirse como el del típico cholo. Él se sentó junto a nosotros, acompañado de toda su pandilla, cuatro o cinco tipos con la misma facha y cara de pocos amigos. acompañados de sus dos cubetas de cerveza.

Los vimos, y realmente no les hicimos mucho caso. Seguramente iban por el bajo precio de las cervezas. Tal vez así era, pero el beso que Jesús le plantó a uno de sus acompañantes nos hizo ver que podrían tener más razones para estar ahí que ahorrarse unos cuantos centavos en la borrachera. Definitvamente, ahí volví a corroborar que las apariencias engañan, y que hay lugares para todo tipo de personas. Decidimos marcharnos después de un rato, después de darnos cuenta que el tipo de la chamarra blanca nos seguía y no nos quitaba la mirada de encima.

Razonando sobre el uso de los personajes revolucionarios en este lugar, llegamos a al conclusión que en ese antro son de la idea de que: En tiempos de guerra todo hoyo es trinchera.

Por cierto, la noche terminó en una trifulca que detuvo el tráfico por unos minutos en la calle donde había yo estacionado mi auto. Unos cuantos catorrazos y patadas después, pudimos retirarnos de ese rumbo lleno de establecimientos que cumplen esa noble misión de entretener a todo tipo de público.

Sólo me queda afirmar una cosa más , ya estuvo bueno de este tipo de lugares. De aquí en adelante puros sitios para bellas damas y machines. Mantenga la sintonía para ver en qué otros tugurios continúo mi recorrido.

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