martes, 2 de marzo de 2010

Montoneo musical


Una linda voz femenina se deja escuchar en mi teléfono:
-¿Quieres boletos para el concierto de mañana?

Tratando de no verme muy encajoso, mantengo la ecuanimidad y respondo:
-Ah, ¿en verdad?... sí, sí quiero, muchas gracias.

Acordados los detalles para el intercambio, me dirigí al lugar del evento un sábado por la noche. Mi contacto me llamó por teléfono, me dio los boletos y nos acompañó hasta nuestras localidades. Fila E, asientos 72 y 73. Atrás de la consola de mando, qué diablos, son gratis.

Piel obscura, cabello rizado y alborotado. Todo eso acompañado de una melodiosa voz me cautivaron al comenzar la noche. Ella, se llama Martina Topley Bird , yo no tenía el gusto y placer de conocerla. Me encantó, su delicada silueta hacía contraste con un ninja tosco que se encargaba de golpear la batería con singular alegría y una maestría asombrosa. Culminaron su intervención, era el inicio de una noche que pintaba muy bien.

Las luces se encendieron, dos atractivas jovencitas pretenden quitarnos de nuestros lugares. La acomodadora se acerca a hacer justicia y lo logra, esos lugares no nos pertenecían. Bueno, son gratis, da igual pienso, mientas me resigno a que nos manden unas cuantas hileras más atrás de nuestra ubicación inicial. Vaya que estaba equivocado, el camino que emprendimos fue filas hacia adelante. No fueron dos, ni tres, ni diez... estábamos en tercera fila. ¿Cuántos fanáticos de Massive Attack no nos envidiarían?

La banda sale a escena, con visuales que tal vez no denominaría como impactantes, pero sí como inteligentes y atractivos. Esas luces que nos hacían ver las estupideces que consideramos noticias de primera plana, las enfermizas cifras de dinero que son usadas para fines inútiles y unos bellos ojos negros derramando lágrimas acompañados por la formidable voz de Martina, la reina de la noche a mi modo de ver.

Otras voces se hicieron presentes acompañando poderosos riffs que se fundían sin pudor alguno con cadenciosas secuencias instrumentales. Debo confesar, que fue uno de los conciertos que más he disfrutado, en todos los aspectos. Si a esto agregamos que no tuve que desembolsar ningún peso, el deleite se potencializa.

El concierto terminó, pero mi contacto (Ya me gustó llamarle así), no dejó que ahí finalizara la experiencia. Nos mostró las oficinas del auditorio, las entrañas del escenario y algunos camerinos. Realmente fue un paseo por demás interesante para una noche bastante disfrutable. ¡Gracias de nuevo C!. Bien dicen por ahí, que muchas veces las cosas más memorables de la vida son gratis.

Cierro este post con una frase del salmón que refleja la filosofía de esa noche: Si es rápido y es gratis, entonces, why not?



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