jueves, 31 de diciembre de 2009

Oda a la carne mashaca...


Dicen por ahí que a corta edad fui sacado de mi hábitat natural, para incorporarme a un nuevo lugar, al cual creo que me he adaptado bastante bien, y realmente le he tomado un cariño impresionante, por todo lo que me hada dado: amig@s, experiencias, oportunidades y un largo etcétera. Sin embargo, hoy quiero dedicar un post a ese lejano (o cercano según la geografía que el lector maneje) que me vio nacer; y al cual definitivamente le tengo también un cariño especial.

Muchas cosas son dignas de destacar de toda una vida de nómada temporal con rumbo hacia el norte. Para ser más específico me refiero al estado de Sonora. Desde el camino el viaje resulta una aventura. A temprana edad el ir por carreteras llenas de curvas tragándote el humo de algún autobús que apenas puede subir las montañas (actualmente ya hay autopistas que hacen todo más llevadero), hasta ser acompañado por el océano pacífico una buena parte del trayecto, sin olvidar largos e inmensos sembradíos de tomate (jitomate pues, pero nomás no se me da llamarle así). Desde que te adentras en la región de culiacán, el acento se torna diferente, extraño, divertido; y de ahí pa'l real. Hablar golpeado.. cambiar las ch por sh (leshe, mashaca, mushasha...), forma de hablar que ni tantos años de destierro han logrado desaparecer totalmente de mi ser. Siguiendo por el camino, la tarde se acerca, llegar a un poblado sinaloense a comer, contemplar como se oculta el sol al manejar, acompañado de buena música y de repente (cuando el copiloto no va dormido) una buena charla.

Una vez llegado al destino, saludar a los familiares que tienes tanto pero tanto sin ver, y que siempre te ven y reciben con la naturalidad con la que reciben al vecino. El que no haya tanta ceremonia en el trato, me hace sentir más bienvenido que esas ocasiones en que casi casi tienes de sirvientes a los anfitriones. Disfruto mucho la gastronomía local, nada dietética, pero... ¿Qué tanto es tantito?... hot dogs bastante especiales (adoro que allá no les pongan crema), tacos de asada, cabeza, tripa, asada y más asada o unos marisquitos en el Puerto.

Disfruto asistir al estadio de béisbol (Baseball para los puristas) en una noche fría de invierno y convivir con la banda. Ir a mi natal, Álamos, un pueblo colonial enclavado en la sierra, lleno de gringos y canadienses.. ah por cierto ahi nació una tal María Félix también. Visitar playas como San Carlos y oír historias de cómo era mi vida cuando vivía yo por esos rumbos, para ta vez después adentrarme en el desierto, nomás pa' cotorrear. Hay muchos lugares por allá dignos de ser visitados, y que a mí a veces por la fuerza de la costumbre me resultan bastante naturales.

Algunas personas me han comentado varias veces, que debería de llevarlos por aquellos rumbos. Creo que no es mala idea, seguro lo disfrutarían bastante, y yo redescubriría sitios ya conocidos y por supuesto, conocería nuevos destinos con agradables acompañantes. Ya veremos.


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