miércoles, 5 de agosto de 2009

Desde Navolato vengo....


Bueno, en este caso habría que cambiarle la letra a la canción, ya que yo realmente salí de Guadalajara, con destino final en Culiacán; con motivo de la boda de un gran amigo. En este post trataré de hacerle justicia a esa ciudad, cuya mala fama parece haber superado sus cualidades en el ideario nacional.

En lo que sí no hay ni como ayudarla es en el calorcito que se siente, casi tan fuerte como mi natal Sonora, pero bueno, a todo se acostumbra uno menos a no comer. Y vaya que comimos durante los días en la capital nacional del tomate (Agradezco la resistencia de mi compañera de batalla para hincarle al diente a todo al mismo ritmo que el escritor).

El día comenzó en el aeropuerto tapatío, una vez en el avión, me tocó sentarme junto a un don, bastante amable, pero con serios problemas de alcoholismo.. tomarte tres tecate light (ya echarte una cerveza de éstas por gusto, es que algo malo anda en tu cabeza) en unos cuarenta minutos mientras vas a sabe cuantos miles de pies sobre la tierra es indicativo claro que es tiempo de ir a confesarte a un grupo AA.

En tierras culichis me recibió el flamante esposo, y acudimos a encontrarnos con una amiga en común, para empezar con el atascón (culinario nada más, mentes cochambrosas), obviamente pedí algo típico de la región y bueno todos salimos listos para un día en Culiacán. El novio se despidió porque tenía que ir a recoger una chingadera (sic) de esas que ponen en el traje, y obviamente ninguno de nosotros sabemos como se llama el adornito ese, además de que después tenía su sesión de fotos en el río vestido de tarzán; ni modo, a recorrer la ciudad sin ningún guía nativo.

Mencioné el río, eso es algo que le envidio a las ciudades que lo tienen, yo siempre he querido que pase uno de estos hilos de agua por Guadalajara, pero después de tantos años debo suponer que " si es pasión, que se me borre", porque el Río san Juan de Dios, además de entubado, ya esta macrobuseado, así que ni modo. A lo largo de alguno de los tres ríos que se encuentran en Culiacán, existen paseos, malecones y cosas de ese tipo donde la gente se veía muy feliz recorriéndolos, echándose un helado o ahi nomás mirando a las muchachas.

Nuestro recorrido inició visitando la capilla de Malverde (experiencia inolvidable que merece un post aparte), y de ahí como pudimos nos lanzamos al centro, lo recorrimos sin tener la menor idea de a donde íbamos ni que buscábamos, eramos simplemente unos desinteresados turistas aprovechando su fin de semana; total, si no sabes a dónde vas, pues ya llegaste, ¿que no?.

Tres litros de agua después, preguntar a todo mundo por autobuses que nos llevaran a sabe donde, me di cuenta que eso de la turisteada es lo mío, yo me entretengo donde sea, y más si no hay un rumbo fijo. Pero bueno mi acompañante no andaba tan divertida y decidimos irnos al hotel, donde una vez más nos atascamos (ahora con una comida china deliciosa), y nos alistamos para el evento del año.

En misa, una señora se cambió de lugar porque hablábamos demasiado; otra estuvo a punto de seguir sus pasos, pero pues no halló un lugar cerca del ventilador. Asunto que habría dado igual, porque se fue la luz un buen rato, y todos los que se sentaban muy ufanos cerca del aparato proveedor de viento...le bailaron de todos modos. Se consumó la amenaza, mi amigo estaba casado, pero feliz, eso siempre es buen indicativo. De ahí siguió la fiesta, bailé un buen rato, platiqué con amig@s que tenía tiempo sin ver, conocí a gente agradable, incluídas tres muchachas con delirio de modelo pero hasta eso buena onda (Las personas de Culiacán que conocí, resultaron muy amables hay que admitirlo), hablaría de la comida y el pastel de la boda, pero de plano no había ya espacio en mi estómago. Mención especial merecen los rituales de todo matrimonio; en especial las caras que tiene que hacer uno cuando saluda gente que ni conoce, o cuando tiene que bailar rolas que ni le gustan, pero bueno, gajes del oficio.

Me quedé con ganas de unos marisquitos en Altata o de ir a alguna playa, pero el tiempo era corto. Culiacán me trató bien, nadie me apuntó con una fusca, o me paró en algún retén. Al menos, por un fin de semana recorrí las mismas calles en las que anduvo corriendo Teresa Mendoza (La reina del sur, Pérez-Reverte, 2002... creo), sin ningún apuro y disfrutando de una agradable y calurosa ciudad.

Ahora sigo en busca de más aventuras en algún lugar del mundo. ¿Sugerencias para continuar mis vacaciones?. Son bienvenidas.


1 comentario:

  1. Eres de Sonora! Yo también pero nomás de sangre y de corazón jajaja

    Puntos extras por la referencia al libro de Pérez-Reverte... mu bueno, mu bueno.

    Saludos, me gustó toparme con éste rinconcín. :)

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