domingo, 28 de noviembre de 2010

Precaución: Dimensiones Considerables


Jueves al mediodía y el tráfico automovilístico es la clara señal de que los dioses están enojados conmigo. Parece que en verdad la Liga Tapatía de la decencia y el Opus Dei se han confabulado para hacer mi existencia imposible el día de hoy; alguien fue y les chismeó mis pensamientos. Decido tomármelo con calma... total, el trabajo ahí va a estar esperándome de cualquier forma.

Al avanzar el mar de latas rodantes, me encuentro con un ataúd de proporciones monstruosas... y de pronto lo recuerdo; estos días no serían normales en la ciudad; ciertos seres gigantescos andarían rondándonos, trastocando nuestra rutina diaria por unas cuantas horas. Esto, para muchas personas que he escuchado representó una estupidez, un desacierto, por decir lo menos. Para variar me permito diferir: Yo estoy profundamente agradecido con el hecho de que hayan llegado estas creaturas a modificar por algunos días los hábitos de muchos autómatas tapatíos.

La cosa estuvo así: Un buen día por la mañana, en el centro de la ciudad apareció de la nada, cual caído del cielo un mural enorme.. donde se representaban algunos pasajes de la historia mexicana. Unas cuantas horas después un misterioso cubo de hielo, no menos discreto en su tamaño surgió en una plazoleta. Lo peculiar además del tamaño, es que traía un can en su interior. Después el ya mencionado ataúd. ¿Qué eran estas pistas?... ¿Qué pinchi desmadre se andaba armando esta vez?

Otro accidente más causado por el transporte público según parece. Un autobús con origen en Morelos y destino en Guadalajara había chocado en el primer cuadro de la ciudad; saldo de dos automotores muy afectados y una niña muerta; o al menos eso nos hace pensar la manta que las autoridades se han empeñado a colocar sobre su cuerpo. La cabellera obscura trenzada sobresale del pedazo de tela, apenas se asoman los párpados que denotan cierta inocencia. Es una niña cualquiera podría pensar el típico transeúnte ensimismado en sus problemas diarios. Sólo existe una cuestión a destacar: esta niña es un gigante. Además, parece que aun vive, así lo delata su agitada respiración.

En otro punto de la ciudad, el calor hace de las suyas. Derritiendo el cubo de hielo. La libertad ha alcanzado al can previemente mencionado. Carece de pelo... es un Xolo, que después de estirarse, sentir la vida nuevamente y juguetear, emprende un camino desconcertante por una de las avenidas mas traficadas de la urbe. Esta vez el tráfico no es ocasionado por autos y miembros del pulpo camionero. No, el culpable ahora es un perro que da largos pasos, hasta encontrarse con la niña accidentada, a la cual lame y le transmite calor y vida a través de su lengua. La niña parpadea, y se incorpora ante la insistencia de su nuevo amigo. Juntos, emprenden una caminata que se verá complementada por una ducha y un cambio de vestuario. Todo esto, aderezado por la curiosidad de muchos, y las mentadas de madre de otros tantos ajenos a este encuentro.

Al final del día, cansados los dos personajes, encuentran un espacio libre del concreto tan común en estos lares. Ahí, pernoctan.. ahí los conocí por vez primera. La niña cubierta con su frazada sueña con encontrar a su tío, para eso ha venido hasta acá. Xolo vela su sueño, en espera de tener más éxito al día siguiente. En eso nos parecemos él y yo; al día siguiente iniciaríamos nuevamente la travesía.

Diez de la mañana de un sábado poco común. Eso se respira cuando decido tomar el tren para ir a visitar a los gigantes, y lo que nunca.. no puedo abordar ningún vagón. Éstos van atestados de gente. A mi tercer intento, finalmente lo consigo, después de apretones y repegones (que espero hayan sido inocentes), me reencuentro con los gigantes. No soy el único, veo que miles de personas hemos decidido acompañarlos en su travesía. La niña toma un baño y se viste, emprende nuevamente el camino, esperanzada. Es la primera vez que la veo de pie, decenas de personas le dan vida, jalando los hilos que le brindan esa expresividad que conquistó a las multitudes. Cerca de ahí, el ataúd es retirado y da paso a otro ser de proporciones considerables, ataviado con un sombrero y un gabán, huaraches en sus inmensos pies; siento una simpatía instantánea hacia él, en virtud de su modo de vestir tan parecido al de mi abuelo.

Él emprende el camino en dirección diferente a la ruta de su sobrina. Parece que jamás se encontrarán. Sin embargo, después de un buen rato, y ante los ojos de mucha gente posados sobre ellos, al final sus pasos se cruzan. El anciano toma a la niña en sus brazos, con una expresividad que yo jamás habría imaginado para unas marionetas... esas personas que las manejan han logrado su objetivo, todos los que vimos a esos enormes seres nos hemos conmovido con la historia. Unos cuantos pasos más y el señor posa a la niña sobre sus piernas, fundiéndose en un tierno abrazo. Al día siguiente a caminata continúa para los tres personajes, acompañados de enormes golosinas y no menos grandes multitudes, que los vitorean... no sólo a ellos, sino también a los artistas que les han dado vida.

Que si trastocaron nuestra rutina, sí... supongo que mucha gente tenía mucha prisa por llegar a ver sus telenovelas o su partido de fut. Mucha prisa por seguir con su rutina y que su día fuera igual al anterior. Otros dirán que ese dinero se hubiera invertido en otras cosas más útiles, puede que tengan su razón, pero también pienso, que la cultura (sí, considero que lo fue) también es importante.

Yo disfruté mucho esta experiencia: seguir la historia, convivir y reír con personas a las que aprecio, y con con individuos a los que ni conozco. Siempre me ha puesto de buen humor ver a la gente apoderarse de las calles para cosas de este tipo, asuntos que alimenten su espíritu y nos hagan ver que aún somos capaces de impresionarnos y asombrarnos como cuando éramos niños. Ese fue mi caso.

Los gigantes se han ido... sólo nos quedan los Sorianas.



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